Al referirme a la conducta reductora de disonancia he empleado la palabra «irracional». Con ello quiero decir que es a menudo una conducta inadaptada, y puede impedir que una persona aprenda hechos importantes o descubra verdaderas soluciones a sus problemas. Por otra parte, sirve efectivamente a un propósito: la conducta reductora de disonancia defiende al yo; reduciendo la disonancia mantenemos una imagen positiva de nosotros mismos, una imagen donde somos buenos, listos o valiosos. Aunque esta conducta defensiva del yo puede considerarse útil, puede también tener consecuencias desastrosas. En el laboratorio, la Irracionalidad de la conducta reductora de la disonancia ha sido demostrada ampliamente en diversos experimentos. Un ejemplo especialmente interesante lo proporciona un estudio hecho por Edward Jones y Rika Kohler. Estos investigadores seleccionaron individuos profundamente comprometidos con una posición en el asunto de la segregación racial; algunos favorecían la segregación y otros se oponían a ella. Se les permitió entonces que leyesen una serie de argumentos a favor y en contra. Algunos de esos razonamientos eran extremadamente inteligentes y plausibles; otros eran tan poco sensatos que lindaban con lo ridículo, Jones y Kohler estaban interesados en determinar qué argumentos recordarían mejor esas personas. Si los individuos fuesen puramente racionales, podríamos esperar que recordasen los argumentos plausibles mejor y los menos plausibles peor: ¿por qué diablos querría una persona conservar argumentos en la cabeza? Por consiguiente, el hombre racional conservaría y recordaría todos los argumentos sensatos, descartando al mismo tiempo todos los argumentos ridículos. ¿Qué predice la teoría de la disonancia cognitiva? Es reconfortante tener a todos los sabios de nuestro lado y a todos los locos en el lado opuesto: cuando una persona lee o escucha un argumento estúpido favorable a su propia posición experimenta cierta disonancia, porque la necedad del argumento provoca ciertas dudas sobre lo sabio de su posición o sobre la inteligencia de las personas que coinciden con ella. De modo semejante, siempre que escucha un argumento plausible de signo contrario experimenta también cierta disonancia, porque sugiere la posibilidad de que el otro bando esté quizá en lo cierto. Puesto que esos argumentos provocan disonancia, intentará no pensar en ellos, es decir: puede no captarlos bien, o simplemente olvidarlos. Fue exactamente esto lo que Jones y Kohier descubrieron. Sus sujetos no recordaban de un modo racional-funcional. Tendían a recordar los argumentos sensatos conformes con su propia posición y los argumentos insensatos acordes con la posición opuesta.
Del capítulo “Autojustificación” de “El animal social” de Aronson. p. 150