La Lotería, un test para las izquierdas
La ecualización democrática determina también la evolución de las izquierdas definidas hacia una izquierda indefinida de carácter ético y agnóstico (laico), orientada a la promoción de los llamados «valores de la izquierda». Sólo que estos valores, expresados en el terreno de la ética -Igualdad, solidaridad, libertad, tolerancia, atención a los ancianos, los niños o los marginados, etc. no son valores específicos de la izquierda; son valores compartidos por el centro y aun por la derecha. Sólo de modo incidental se habla algunas veces de «valores republicanos», incluso por las izquierdas que apoyan la Constitución de 1978, que ampara la Monarquía.
Un test muy significativo para medir el alcance de las diferencias éticas y morales que pretenden las izquierdas mantener frente a la derecha nos lo proporciona la institución de la Lotería. Ruiz Zorrilla había dividido a los españoles en dos clases: los católicos y los ateos, añadiendo, «los católicos creen en Dios, los ateos en la Lotería». Pero la institución de la Lotería ha sido mantenida y promocionada tanto por los gobiernos de izquierda como por los gobiernos de derecha. No hay contradicción alguna en que la derecha defienda la lotería. A fin de cuentas la distribución de los premios recuerda la distribución de la Gracia divina entre los hombres (sobre todo, tal como la entendió Calvino). La desigualdad entre los precisos y los agraciados, ya sea por el premio gordo, o por otros premios menores, ya sea por los dones del Espíritu Santo, es una desigualdad que habrá que explicar por la «voluntad de Dios». Y lo más parecido a esta lógica de la inescrutable Voluntad divina es la lógica del bombo de la lotería.
Pero un socialista o un comunista que busca la igualdad, y aún la igualdad económica ¿cómo puede amparar una institución que, por consenso de todos, se propone precisamente crear por azar la desigualdad más aguda entre los ciudadanos, por un azar que nada tiene que ver con el mérito o con el trabajo?
No deja de ser interesante observar la tendencia de los políticos, y periodistas, sobre todo de izquierdas, a subrayar la idea de que, tras el sorteo, «los premios han sido muy repartidos, y además entre gentes trabajadoras o necesitadas». ¿Acaso no sabe todo el mundo que los agraciados de verdad se mantienen anónimos y que los que salen en los medios, no por ser gente de la calle, dejan de ser agraciados injustamente, en relación con aquellos que siendo todavía más necesitados, porque no han podido siquiera comprar un décimo, no han recibido ningún premio?
Sacado de "El mito de la izquierda" de Gustavo Bueno. p. 276