sábado, 10 de noviembre de 2007

CONTRA LOS BLOGS

¿Conocen ustedes el teorema de los «infinitos monos»? Si usted equipa a un número infinito de monos con un número infinito de máquinas de escribir, tarde o temprano alguno de ellos escribirá El Quijote. Este chiste académico de los evolucionistas del siglo XIX ha servido al polémico Andrew Keen para lanzar otro teorema en el siglo XXI: «Si equipamos a un número infinito de internautas con un número infinito de ordenadores sólo crearemos una masa infinita de mediocridad». Y Keen explica la razón: «Porque la inmensa mayoría de los internautas no tiene más talento que los monos».
¿Un lutero digital?. Muchos pensarán que quien ha dicho esta barbaridad debe ser un anciano que no sabe ni encender un ordenador, y que detesta todo lo que huela a internet. Se equivocan. Andrew Keen, 47 años, es uno de los pioneros de la Red. Fue incluso uno de los primeros en lanzar la Web 2.0, es decir, esa evolución de internet por la cual los internautas ya no se limitan a recibir información, sino que ahora participan, modelan e influyen en la Red.
Keen se pasa todo el día despotricando contra los blogueros que exponen sus pensamientos insulsos, contra los freakies que cuelgan en YouTube sus vídeos de aficionado, contra los que usan internet de forma anónima para ridiculizar a las personas con talento. Y por eso muchos le tachan de ciberfascista. Otros en cambio, le apodan el Lutero de la Red porque ha lanzado una gigantesca protesta contra la religión establecida.
El grito de Keen es que todos esos aficionados de internet se están cargando nuestra cultura, y así lo expone en un libro que está abriendo heridas por donde pasa: The cult of the amateur. «Mucha gente no se ha dado cuenta de las implicaciones que trae la revolución de internet, en el sentido de que está minando el trabajo de los profesionales», explica en una entrevista realizada por teléfono. «No es lo mismo un análisis serio de un profesor de universidad que el de un chaval de 14 años».
Google orwelliano. Licenciado en Historia Moderna por la Universidad de Londres, y con varios postgrados en política y filosofía, este británico se mudó a la progresista localidad californiana de Berkeley para emitir sus protestas. Y desde luego está haciendo daño porque afirma que «la democratización» de internet sólo trae mediocridad. Y Google, el gran tótem de los jóvenes del mundo, es el Gran Hermano que nos come el coco: «Google se está convirtiendo en lo que Orwell denunció en su libro 1984».
Lo más sorprendente de Keen es que en su libro despotrica sanguinariamente contra lo que pensábamos que era lo más bonito de la Red. ¿Los blogs? «Blogueamos como monos desvergonzados sobre nuestras vidas privadas, nuestra vida sexual, nuestros sueños vitales, nuestra falta de vida o nuestras segundas vidas (Second Life)». Pero todos ellos (los blogs) «están corrompiendo y confundiendo la opinión pública sobre cualquier cosa, desde la política hasta el comercio, desde el arte hasta la cultura». ¿Wikipedia? «Cualquier ser de Educación Primaria puede publicar cualquier cosa sobre cualquier asunto, desde la corriente alterna hasta el zoroastrismo? No tiene reporteros, no tiene plantilla editorial, no tiene experiencia en recopilar información. Es el ciego que guía al ciego». ¿YouTube? «Nada tan vulgar y narcisista como estos monos videográficos. Es una galería infinita de vídeos aficionados que muestran a unos locos desgraciados bailando, cantando, comiendo, lavando, comprando, conduciendo, limpiando, durmiendo, o simplemente, sentados frente a sus ordenadores».
Lo peor de todo, dice Keen, es que millones de personas como nosotros se enchufan cada día a ese sinsentido que, sin que lo sepamos, nos están convirtiendo en monos. ¿Es esa la «inteligencia colectiva» de la que se enorgullece internet?
Keen insiste en decir que todo eso está minando el trabajo de los periodistas profesionales. En su libro comenta que en las webs que recogen información votada por los internautas (Digg, Reddit) siempre aparecen en primer lugar las mayores tonterías como las bobadas de una actriz, las costumbres de los elefantes.
Toda esta filosofía crítica se le reveló a Keen en una fecha mágica para los internautas. Fue en la reunión de doscientos utopistas en los alrededores de la aldea de Sebastopol, California, en 2004, adonde acudieron con sus sacos de dormir y sus ilusiones para compartir sus fascinantes experiencias digitales. Keen era uno de ellos porque a finales de los noventa había fundado una de las primeras webs 2.0 (interactivas) dedicadas a compartir música: Audiocafe.com.
De expertos a aficionados. Fueron dos días mezclado con la turba de jóvenes internautas que habían acudido a la llamada de Tim O?Reilly, el apóstol de la tecnología de la información. Eran en teoría los chicos antiestablishment. Se dieron cuenta de que estaba naciendo un nuevo fenómeno de masas por el cual los internautas ya no serían nunca más robots pasivos ante la información, sino que ellos la producirían gracias a las nuevas tecnologías. Era un paso evolutivo. «Todos nos íbamos a democratizar con la Web 2.0». Ese era el lema del festival pues internet iba a democratizar todo: los medios de comunicación, los negocios, el gobierno, y hasta los expertos se iban a convertir en aficionados, según expresó O?Reilly.
Pero Keen se empezó a sentir mal porque se dio cuenta de que internet no iba a democratizar las canciones de Bob Dylan ni los Conciertos de Brandenburgo. Iba a traer la cacofonía. Mientras más escuchaba las opiniones narcisistas, más se hundía en el silencio. La democratización de internet, pensó Keen, «iba a minar la verdad y el talento».
Convertido desde entonces en apóstata de internet, Keen no cesa de aparecer en tertulias radiofónicas o televisadas, en periódicos y en revistas. Los apóstoles de internet le siguen llamando loco, carca y retrógrado. «Mucha gente dice que yo soy un reaccionario. Yo sólo digo que no todos los cambios tecnológicos son buenos. Lo problemático de la revolución tecnológica de ahora es que está siendo articulada por gente joven, no quiero decir que todos los jóvenes sean incapaces, pero que hay que apropiar la voz a esta revolución para justificarla y no creo que la mayoría de los jóvenes cumplan ese cometido. Lo que me preocupa es que los jóvenes internautas tienen menos formación en los medios, son menos escépticos, menos críticos»
Publicado en ABCD el día 10-11-07