ANDRÉS IBAÑEZ.
SER IMBECIL O EXISTIR
Todos se meten con la misma. Con la posmodernidad, digo. La semana pasada, en estas páginas, el profesor Antonio García Berrio. Y me he tomado muy en serio todas y cada una de sus consideraciones, no sólo por las razones obvias (que él es un sabio), sino porque Antonio García Berrio fue mi profesor de Teoría de la Literatura en la Universidad Autónoma y también una persona clave en mi formación. Gracias a él leía Bajtin, a Blanchot, a Hörderlin y al pseudo Longino; de su mano entré en las dulcísimas aguas de la preceptiva renacentista y fue en sus clases donde mis compañeros y yo pudimos intuir, por primera vez en nuestras miserables vidas, el refinamiento de la alta cultura. ¿Cómo entonces disentir con él sin sentir que soy un ingrato?
El profesor García Berrio afirma que no existe un hecho histórico relevante que señale la aparición de una supuesta posmodernidad. Yo le ofrezco no uno, sino tres, o quizá tres y medio. El primero, la Segunda Guerra Mundial. El segundo, el Holocausto. El tercero, la bomba atómica de Hiroshima. Y el medio, el Gulag, que es un horror quizá aún más terrible que los anteriores, pero que nunca ha llegado a entrar en eso que llamamos «el subconsciente colectivos sobre todo por la eficaz labor de los intelectuales de izquierda, que lograron minimizarlo, ocultarlo, negarlo. Me pregunto si es esto, precisamente, lo que intentan hacer ahora tantos intelectuales al negar la existencia de la posmodernidad: ¿borrar de la historia cultural una parte que les incomoda o que no concuerda con los ideales utópicos y modernistas que se forjaron en su juventud?
ETAPA CULTURAL. La posmodernidad no es una simple tendencia de las artes y las letras y tampoco es sólo una filosofía o una serie de discutibles planteamientos teóricos. La posmodernidad es una etapa de la cultura occidental corno pueden serlo el rococó, el romanticismo, el simbolismo o el modernismo. Es la etapa cultural que corresponde a la segunda mitad de¡ siglo XX, se inicia con el fin de la Guerra Mundial o, si quieren, con la pregunta de qué se puede escribir después de Auschwitz y termina con la caída de las torres gemelas de Nueva York. Sin embargo, García Berrio dice que no existe.
¿UN INVENTO'? Pero si la posmodernidad no existe, entonces mi vida no existe y yo también debo de ser un invento de Jameson. Porque si la posmodernidad no existe, ¿por qué me he pasado yo tanta horas en mi infancia y adolescencia, por ejemplo, leyendo cómics? ¿Por qué me fascinó tanto la película 2001 cuando era un niño? ¿Por qué al leer a Ballard y a Aldiss siento que estoy leyendo no una sarta de estupideces, sino profundas e inquietantes reflexiones sobre el presente? ¿Por qué me parece que David Lynch es un genio? ¿Por qué me parece que Borges es un genio, y que Nabokov es un genio, y que Pynchon es un genio, y que Perec es un genio, y que Cortázar es un genio? ¿Por qué voy al teatro y me fascina ver un montaje de Bob Wilson? ¿Es que el teatro de Bob Wilson no existe? ¿Y el Mahabbarata de Peter Brook? ¿Y el Cloud Theatre de Taiwan? ¿Y el butoh? ¿Y Sankai Juku? ¿Y Kazuo Ohno? ¿Nada de esto existe? ¿Y la fusión, la música de Chick Corea y la de Keith Jarrett, y ECM, y Philip Glass, y Messiaen, y Licht de Stockhausen, y El gran macabro de Ligeti? Y la importancia de la televisión y de las imágenes en la formación de mi generación, el desarrollo de los lenguajes audiovisuales, la importancia de¡ lenguaje de la publicidad, ¿será también algo soñado, inexistente? ¿Y Alan Watts? ¿Y Ken Wilber? ¿Y el Dalai Lama? ¿Y los Beatles? ¿Y Williamn Burroughs? ¿Y el peyote? ¿Y el LSD? ¿Y García Márquez: historia de un deicidio de Vargas Llosa, una de las biblias de la posmodernidad? ¿Tampoco existe nada de esto? ¿Y Thomas Kuhn, y el legado de Jung, las conferencias Eranos, las obras de Campbell, de Hillman, de Corbin, la hipótesis Gaya de Lovelock y Margulis, el ecologisrno, nada de eso existe? ¿Es todo parte de un montaje? ¿Y los mangas? ¿Y las novelas gráficas? ¿Y internet?
El mundo gira. Las cosas cambian. ¡Hay vida después de Faulkner! Sí, se puede escribir después de Auschwitz. Sin embargo la academia sigue sancionando la modernidad, difícil, austera, «auténtica», «comprometida», y condenando la posmodernidad, hedonista, inauténtica, mística, Propia, en fin, de imbéciles.
Entonces, ¿en qué quedamos? ¿No existe? ¿Existe y es cosa de imbéciles? Yo tengo que confesar que prefiero existir y ser imbécil. Y supongo que eso es, precisamente, lo que soy: un imbécil. Pero existo.