POR ÁLVARO DELGADO-GAL
Los hechos, como las cebollas, se componen de capas superpuestas, que el analista debe ir levantando hasta que llega a un centro o núcleo original. Por ello mismo, todo análisis es a la vez un viaje de fuera adentro: se empieza por la capa somera, y se termina en la yema, que es también la parte más sabrosa de la cebolla, o en este caso, del hecho. El comentario viene a cuento del grandioso proyecto inmobiliario que Chaves acaba de anunciar desde la cúspide de la Junta de Andalucía. Por su cara externa, la noticia presenta una apariencia esencialmente cómica. Resulta evidente que se trata de un guiño al elector, falaz por más señas. No se dispone de tiempo para tramitar la ley antes de las legislativas y, por tanto, lo más probable es que el asunto se quede en agua de borrajas, como lo hicieron las promesas, igualmente chavistas, de asegurar una habitación individual a cada enfermo o un sueldo a las amas de casa. Aparte de esto, las propias dimensiones del proyecto alimentan la incredulidad. La dádiva alcanzará, en teoría, a todo andaluz cuyos ingresos se hallen por debajo de los tres mil euros mensuales. En Liechtenstein, los interesados habrían constituido una minoría. En Andalucía, representan al noventa por ciento de la población. Lincoln afirmó, famosamente, que puedes engañar por algún tiempo a todo el mundo, y puedes engañar a algunos todo el tiempo, pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo. Cabe trasladar la reflexión a la economía: es posible hacer pequeños regalos a un gran número de personas, y grandes regalos a un número pequeños de personas, pero no grandes regalos a un número grande de personas. Lo de Chaves es una broma, proferida en una región poco exigente con sus políticos.
Broma sin gracia
La broma pierde gracia apenas se pasa a la capa siguiente. Chaves se ha limitado a añadir una nota pintoresca a una ofensiva que los optimistas hermosean con el título de «giro social». Éste lleva la rúbrica afiligranada del presidente del Gobierno. La ocurrencia del cheque/bebé, formulada en el Congreso de Diputados sin el conocimiento previo del ministro de Economía, se incrusta en un entramado prolijo de promesas cuya suma importa muchos millones de euros, los suficientes para liquidar los superávits contemplados por los expertos antes de que se insinuara la crisis. Lo que esto significa, es que vamos a aprovechar los meses inmediatos para hacer lo contrario de lo que debería hacerse. La situación es escandalosa, y anuncia tensiones muy serias entre Solbes y Zapatero.
Hemos asistido ya al primer acto del pulso entre ambos: el ministro lanza avisos y anticipa cautelas, mientras su presidente «garantiza» que no habrá crisis ni Cristo que valga y convoca a Botín para conferir solemnidad a su caución. El desenlace no improbable de este pugilato podría ser el abandono de la vida pública por Solbes tras las elecciones y el inicio, si Zapatero gana, de un Carnaval económico justo cuando toca Cuaresma rigurosa.
¿Qué viene luego? Pues Carmen Chacón, la ministra que han puesto en lugar de María Antonia Trujillo para cuadrar el círculo de la vivienda. Chacón ha aplaudido la iniciativa de Chaves y ha invitado a otras comunidades a imitar su ejemplo. Es fácil explayar la naturaleza disparatada de esta propuesta. Chaves no podría financiar su idea salvadora sin las rentas que genera Cataluña y, sobre todo, Madrid. ¿Con qué dinero se financiaría la oferta masiva de vivienda pública en estas comunidades, una vez privadas ambas de sus excedentes? ¿Y qué pasaría en el resto de las autonomías? Nos enfrentamos al sudoku denunciado por Solbes, sólo que a lo bestia. No es concebible que Chacón no advierta que se está quedando con el personal, ni lo es que se haya atrevido a hacerlo sin las bendiciones de Moncloa. La conclusión es clara: las primeras providencias del Gobierno, tras haber acelerado el desarreglo del territorio, es emitir especies que contribuirán a desarreglarlo todavía más. Que siga la fiesta, y mañana Dios dirá.
El corazón de la cebolla está hueco, y en su interior resuenan, fúnebremente, los ecos de un «Memento mori». Jefferson observó, en «La declaración de independencia», que todos los hombres tienen derecho a perseguir la felicidad. Lo que se desprende de aquí, es que los gobiernos están en la obligación de remover algunos de los obstáculos que impiden conseguirla, no que sea de su competencia asegurar materialmente mi felicidad o la suya. El desarrollo venturoso del Estado de Bienestar, y la menos venturosa demagogia concomitante, han velado esta saludable reserva. La Constitución Española asevera, tontamente, que todos los españoles tienen derecho a una vivienda digna. Chaves huele voto, ve brecha, e invoca la autoridad de la Carta Magna para disponer de recursos ajenos en beneficio de los intereses propios y de su partido. Esto, además de ser una estafa, revela una pasmosa ignorancia de los límites a que deben estar sujetos los poderes públicos. El socialismo se merece otra cosa. Arriba y debajo de Despeñaperros.
Publicado en ABC 9-9-07