martes, 17 de mayo de 2016

LA PRIMERA MAESTRA ES LA NATURALEZA (F. Jalics)

El gran maestro de la contemplación es la naturaleza. Con ella comenzamos nuestro camino. Salgamos a la naturaleza y paseemos como de costumbre. Luego caminemos cada vez más lentamente y detengámonos. Observemos, por ejemplo, un árbol. Dejemos que el árbol actúe sobre nosotros. Es posible que de pronto nos preguntemos acerca de la edad del árbol. Es una pregunta que surge de la mente, de la razón. Con ella nos ubicamos en el plano mental; ya no estamos en la percepción pura. Si nos damos cuenta, volvamos a la percepción. Dejemos que el árbol siga actuando sobre nosotros. Puede ser que imperceptiblemente entremos a cuestionarnos la muerte de los bosques y el estado de este árbol. Otra vez estamos en el plano mental. Volvamos a la percepción.
Luego escuchamos un pájaro. No para saber dónde está o cómo se llama, sino para dejar actuar sobre nosotros su gorjeo.

Observamos un poco de tierra que hemos tomado en nuestras manos. Nos detenemos en la percepción. Cuando nos distraemos, volvemos a la percepción de la tierra. No debemos dejarnos seducir por la razón, porque es fácil que aparezca la pregunta desde cuándo no estamos atendiendo, por qué no estamos atendiendo y qué pensamiento nos está distrayendo. Todo esto no debe interesarnos. Es importante que nuestra atención siga fija en la percepción.

El hecho de que nos distraigamos no es grave. En cuanto nos damos cuenta volvemos atrás sin reflexionar sobre cuánto tiempo y por qué estuvimos distraídos.

Con la percepción aparece también una experiencia totalmente nueva: no necesitamos lograr nada. La presión por lograr eficacia, el tener que hacer algo trae consigo miedo y angustia. En la contemplación no necesitamos lograr nada. Estamos liberados de la presión de ser eficaces.
Nos mantenemos en contacto con la naturaleza. Podemos mirar el cielo azul, escuchar el murmullo de un arroyo, observar a las hormigas, admirar la belleza de una flor, sentir el viento en nuestra cara y dejar actuar sobre nosotros el movimiento de las nubes. Si escuchamos a lo lejos el ruido de un automóvil, también podemos percibirlo. Lo importante es no querer juzgar o cambiar nada, sino asimilar todo de la manera en que se nos manifiesta.

Podría ser que nos aburriéramos. El tedio es un sentimiento que podemos observar. ¿Cómo siento este aburrimiento? Esta pregunta puede llevar nuestra atención hacia el interior y a la percepción de nuestro tedio. Así estaremos nuevamente en la percepción. Después de un rato volvemos a la percepción de la naturaleza.

La actitud contemplativa nos conduce a una increíble calma. Todo lo que está presente puede estar presente. No necesitamos cambiar nada. Lo dejamos todo como está. Tampoco buscamos conocimientos ni observamos: contemplamos. ¿Dónde está la diferencia entre observar y contemplar? La contemplación es un acto desinteresado, la observación busca algo para sí mismo. Conocemos muy bien la diferencia. Nunca pediríamos a Dios que nos observara. Pero nos sentimos felices cuando nos contempla bondadosamente. En la vida eterna no vamos a observar a Dios, sino a vivir en su contemplación.


EJERCICIOS DE CONTEMPLACIÓN.     Franz Jalics.

EDICIONES SÍGUEME pg. 31