sábado, 27 de octubre de 2007

EL MISTERIO

No entiendo del todo este artículo que cuelgo hoy. Pero intuyo que es interesante.
------------------------
CIENCIAS Y LETRAS
Estaba de visita en casa de mis padres, a principios de este octubre. Habíamos tenido en Barcelona una tarde plácida, pero de improviso había ido oscureciendo y en pocos minutos se había desatado una tromba de agua acompañada de gran descarga eléctrica. Llevábamos ya un buen rato en plena tormenta cuando, tras uno de los más colosales truenos, mi padre murmuró que no lo entendía. ¿El qué? No sé cómo, pero me apropié de un lenguaje técnico y me puse a explicarle el origen de la formación de un trueno. No olvidaré fácilmente aquel momento, porque de pronto me pareció que mi lenguaje científico sonaba ridículo. Cuando hube terminado, mi padre sonrió y dijo que estaba perfectamente informado de la existencia de las nubes altocúmulos y demás, pero que no había querido exactamente hablar de eso. Siguió un silencio, como si nos hubiéramos adentrado en una tensa espera hasta que llegara el siguiente trueno. Estábamos los dos ahora de repente inmóviles, a la expectativa.
-Yo hablaba del misterio -dijo mi padre.
2
Sostiene Steiner que vivimos en días científicos y que el lenguaje de las matemáticas reclama cada día más su atención, tal vez porque vive en un medio de alta ciencia, en Cambridge: "Nombraré tres problemas que en este momento en Cambridge son temas de discusión: la creación artificial de la vida, los agujeros negros [que son los límites del universo] según la teoría de Hawking y Penrose, y Crack [que descubrió el ADN con Watson] que dice: el ego cartesiano, la conciencia, es una neuroquímica que muy pronto conoceremos. Comparadas con esto, las novelas más agudas y extraordinarias me parecen prehistóricas".
Tanto entusiasmo por la ciencia me obliga a sonreír malignamente y a pensar en mi amigo Paco Monge, con el que tantas veces hablé de los tropismos, esas vibraciones imperceptibles que modifican las relaciones entre los seres humanos, pero sin que nosotros lo notemos, porque se extravían antes de que podamos captarlas. Fue Nathalie Sarraute quien, con más implacable atención, se dedicó a los tropismos y supo darles expresión literaria al situar todas esas derivas en la frontera misma entre lo que vemos y la vida de nuestra mente. Sospechábamos mi amigo y yo que la zona donde andan perdidos los verdaderos nombres de las palabras es un bosque vecino del que habitan esos tropismos o viajeros del extravío. Y que éstos, a su vez, son familiares de aquel odradek que poseía una movilidad extraordinaria y nunca se dejaba atrapar: ese carrete de hilo plano que se extravió en la imaginación de Kafka y nunca llegó a ser. He dicho sospechábamos, porque todo eso ocurrió hace mucho tiempo, en los días en que éramos científicos de la literatura y teníamos un lenguaje privado. Un día, Paco Monge también se extravió, como si fuera un tropismo más. Se perdió y me llegó desde un país lejano una carta suya póstuma, con una pregunta final que recuerdo muy bien: "¿Por qué no pensar que, allá abajo, también hay otro bosque en el que los nombres no tienen cosas?".
Vuelvo a hacerme esa pregunta hoy tras mi sonrisa maligna al evocar la fe desmesurada de Steiner en la ciencia. Es una sonrisa cuya ironía procede de mi sospecha de que las matemáticas que los seres humanos hemos inventado (según algunas versiones) o descubierto (según otras) y de las que esperamos que sean una llave para acceder a la estructura del universo, muy bien podrían ser igualmente un lenguaje exclusivamente nuestro, un lenguaje privado con el que garabateamos en los muros de nuestra cueva o modesta universidad de la nada, al norte del bosque de los nombres sin cosas.
3
"El único misterio del universo es que exista un misterio del universo", leí, la semana pasada, en un muro blanco de la Universidad de Oviedo. De misterio único hablaba Fernando Pessoa en esa certera frase. La ciencia, sin embargo, se abstiene cuando aparece la cuestión de la gran Unidad -el Uno de Parménides-, de la cual todos formamos parte de algún modo, a la cual todos pertenecemos. Es uno de los reproches que le haría a la ciencia, a la que también le recriminaría ese despótico sofismo que afirma que no tiene sentido preguntar por el momento antes del bing bang. ¿Por qué no tiene sentido? ¿Quién decide que no lo tiene?Encuentro cosas que reprobarle a la ciencia, sobre todo desde que sé que debo acudir a Madrid a debatir acerca de las distintas formas de percibir la realidad por parte de científicos y escritores. Creo que allí, en la Fundación de Ciencias de la Salud, diré que en esa vieja dicotomía entre las letras y las ciencias siempre quise estar en los dos lados. Detesto aquellos días del pasado en los que era obligatorio elegir entre uno de los dos linajes del saber. Siempre quise ser fronterizo o estar en ambos lados, y recuerdo que me maravilló, hace unos años, la síntesis genial entre letras y ciencias que logró Salvador Dalí en su poético texto Los átomos encantados. Allí pude ver que no sólo hay cosas que se le escapan a la ciencia, sino que la ciencia puede llegar a ser muy poética, pero es incapaz de explicar mínimamente por qué el encanto de una antigua canción puede provocar que nos salten las lágrimas, por qué hay algo que es rojo y algo que es azul, porque un estampido sucede a un rayo, porque somos una luz entre dos eternidades. Es cierto que la ciencia trata de contestar a todo, pero sus respuestas son en ocasiones tan raras que hasta nos sentimos inclinados a no tomarlas en serio. Y por eso a veces, apoyados al sol en las garabateadas paredes de las universidades, nos reímos de los bárbaros avances de las ciencias y de la absurda suficiencia de algunos. Nos reímos, eso sí, con todos nuestros átomos más que encantados.
Vila-Matas
Publicado en El País 21-10-2007

jueves, 25 de octubre de 2007

ANTAGONISMO EN KANT

El hombre posee una propensión a entrar en sociedad, porque en tal estado se siente más como hombre, es decir, siente el desarrollo de sus disposiciones naturales. Pero también tiene una inclinación mayor a individualizarse (aislarse), pues encuentra igualmente en sí mismo la cualidad insociable, que le lleva sólo a desear su sentido y a esperar, por ello, resistencia por todas partes, del mismo modo que sabe que, por la suya, es propenso a la resistencia contra los demás. Mas esta resistencia es la que despierta todas las fuerzas del hombre y le lleva a superar su inclinación a la pereza y, movido por el ansia de honor, de poder o de bienes, a procurarse un rango entre sus congéneres, a los que no puede soportar, pero de los que tampoco puede prescindir. Así se dan los primeros pasos reales de la rudeza a la cultura, que consiste propiamente en el valor social del hombre; así se desarrollan paulatinamente todos los talentos, se forma el gusto y, mediante una continua ilustración, el comienzo se convierte en una fundación de la manera de pensar, que puede transformar, con el tiempo, la ruda disposición natural para la discriminación ética en principios prácticos determinados y, por fin, de este modo, una concordancia en sociedad, patológicamente provocada, en un todo moral Sin tales cualidades, apenas amables por cierto, de la insociabilidad, de la que surge la resistencia que cada uno debe encontrar necesariamente por sus egoístas presunciones, todos los talentos permanecerían para siempre ocultos en su semilla, en una arcádica vida de pastores, logrando perfectos acuerdos, satisfacción y versatilidad: los hombres, buenos como las ovejas que apacientan, apenas si otorgarían a su existencia un valor mayor del que posee su manso; ni llenarían el vacío de la creación, respecto a su fin, como naturalezas racionales. ¡Dense gracias a la naturaleza por la incompatibilidad, por la vanidad envidiosamente porfiadora, por el ansia insatisfactoria de poseer o de dominar! Sin esto, todas las excelentes disposiciones naturales de la humanidad dormirían eternamente impedidas. El hombre quiete concordia; pero la naturaleza sabe mejor lo que para su especie es bueno: ella quiere discordia. El quiere vivir tranquilo y divertido; pero la naturaleza quiere que deba salir de la indolencia y del inactivo contento, que se arroja al trabajo y las penalidades para encontrar, por contraste, el medio de zafarse con sagacidad de ellos. Los motivos naturales, las fuentes de la insociabilidad y de la resistencia en general, de donde brota tanto mal, pero que a su vez promueven nuevas tensiones de las fuerzas y por tanto, un mejor desarrollo de las disposiciones naturales, delatan el ordenamiento de un creador sabio, y en modo alguno la mano de un espíritu maligno, que lo distraiga en su ejecución señorial o arruine su envidiado proceder.

Sacado de "Idea de una historia universal con propósito cosmopolita" de KANT.

lunes, 22 de octubre de 2007

EL DECÁLOGO DEL ESCRITOR

Primero.
Cuando tengas algo que decir, dilo; cuando no, también. Escribe siempre.

Segundo.
No escribas nunca para tus contemporáneos, ni mucho menos, como hacen tantos, para tus antepasados. Hazlo para la posteridad, en la cual sin duda serás famoso, pues es bien sabido que la posteridad siempre hace justicia.

Tercero.
En ninguna circunstancia olvides el célebre dictum: "En literatura no hay nada escrito".

Cuarto.
Lo que puedas decir con cien palabras dilo con cien palabras; lo que con una, con una. No emplees nunca el término medio; así, jamás escribas nada con cincuenta palabras.

Quinto.
Aunque no lo parezca, escribir es un arte; ser escritor es ser un artista, como el artista del trapecio, o el luchador por antonomasia, que es el que lucha con el lenguaje; para esta lucha ejercítate de día y de noche.

Sexto.
Aprovecha todas las desventajas, como el insomnio, la prisión, o la pobreza; el primero hizo a Baudelaire, la segunda a Pellico y la tercera a todos tus amigos escritores; evita pues, dormir como Homero, la vida tranquila de un Byron, o ganar tanto como Bloy.

Séptimo.
No persigas el éxito. El éxito acabó con Cervantes, tan buen novelista hasta el Quijote. Aunque el éxito es siempre inevitable, procúrate un buen fracaso de vez en cuando para que tus amigos se entristezcan.

Octavo.
Fórmate un público inteligente, que se consigue más entre los ricos y los poderosos. De esta manera no te faltarán ni la comprensión ni el estímulo, que emana de estas dos únicas fuentes.

Noveno.
Cree en ti, pero no tanto; duda de ti, pero no tanto. Cuando sientas duda, cree; cuando creas, duda. En esto estriba la única verdadera sabiduría que puede acompañar a un escritor.

Décimo.
Trata de decir las cosas de manera que el lector sienta siempre que en el fondo es tanto o más inteligente que tú. De vez en cuando procura que efectivamente lo sea; pero para lograr eso tendrás que ser más inteligente que él.

Undécimo.
No olvides los sentimientos de los lectores. Por lo general es lo mejor que tienen; no como tú, que careces de ellos, pues de otro modo no intentarías meterte en este oficio.

Duodécimo.
Otra vez el lector. Entre mejor escribas más lectores tendrás; mientras les des obras cada vez más refinadas, un número cada vez mayor apetecerá tus creaciones; si escribes cosas para el montón nunca serás popular y nadie tratara de tocarte el saco en la calle, ni te señalara con el dedo en el supermercado.


El autor da la opción al escritor, de descartar dos de estos enunciados, y quedarse con los restantes diez.

sábado, 20 de octubre de 2007

¿EXISTE LA POSTMODERNIDAD?

ANDRÉS IBAÑEZ.

SER IMBECIL O EXISTIR

Todos se meten con la misma. Con la posmodernidad, digo. La semana pasada, en estas páginas, el profesor Antonio García Berrio. Y me he tomado muy en serio todas y cada una de sus consideraciones, no sólo por las razones obvias (que él es un sabio), sino porque Antonio García Berrio fue mi profesor de Teoría de la Literatura en la Universidad Autónoma y también una persona clave en mi formación. Gracias a él leía Bajtin, a Blanchot, a Hörderlin y al pseudo Longino; de su mano entré en las dulcísimas aguas de la preceptiva renacentista y fue en sus clases donde mis compañeros y yo pudimos intuir, por primera vez en nuestras miserables vidas, el refinamiento de la alta cultura. ¿Cómo entonces disentir con él sin sentir que soy un ingrato?
El profesor García Berrio afirma que no existe un hecho histórico relevante que señale la aparición de una supuesta posmodernidad. Yo le ofrezco no uno, sino tres, o quizá tres y medio. El primero, la Segunda Guerra Mundial. El segundo, el Holocausto. El tercero, la bomba atómica de Hiroshima. Y el medio, el Gulag, que es un horror quizá aún más terrible que los anteriores, pero que nunca ha llegado a entrar en eso que llamamos «el subconsciente colectivos sobre todo por la eficaz labor de los intelectuales de izquierda, que lograron minimizarlo, ocultarlo, negarlo. Me pregunto si es esto, precisamente, lo que intentan hacer ahora tantos intelectuales al negar la existencia de la posmodernidad: ¿borrar de la historia cultural una parte que les incomoda o que no concuerda con los ideales utópicos y modernistas que se forjaron en su juventud?
ETAPA CULTURAL. La posmodernidad no es una simple tendencia de las artes y las letras y tampoco es sólo una filosofía o una serie de discutibles planteamientos teóricos. La posmodernidad es una etapa de la cultura occidental corno pueden serlo el rococó, el romanticismo, el simbolismo o el modernismo. Es la etapa cultural que corresponde a la segunda mitad de¡ siglo XX, se inicia con el fin de la Guerra Mundial o, si quieren, con la pregunta de qué se puede escribir después de Auschwitz y termina con la caída de las torres gemelas de Nueva York. Sin embargo, García Berrio dice que no existe.
¿UN INVENTO'? Pero si la posmodernidad no existe, entonces mi vida no existe y yo también debo de ser un invento de Jameson. Porque si la posmodernidad no existe, ¿por qué me he pasado yo tanta horas en mi infancia y adolescencia, por ejemplo, leyendo cómics? ¿Por qué me fascinó tanto la película 2001 cuando era un niño? ¿Por qué al leer a Ballard y a Aldiss siento que estoy leyendo no una sarta de estupideces, sino profundas e inquietantes reflexiones sobre el presente? ¿Por qué me parece que David Lynch es un genio? ¿Por qué me parece que Borges es un genio, y que Nabokov es un genio, y que Pynchon es un genio, y que Perec es un genio, y que Cortázar es un genio? ¿Por qué voy al teatro y me fascina ver un montaje de Bob Wilson? ¿Es que el teatro de Bob Wilson no existe? ¿Y el Mahabbarata de Peter Brook? ¿Y el Cloud Theatre de Taiwan? ¿Y el butoh? ¿Y Sankai Juku? ¿Y Kazuo Ohno? ¿Nada de esto existe? ¿Y la fusión, la música de Chick Corea y la de Keith Jarrett, y ECM, y Philip Glass, y Messiaen, y Licht de Stockhausen, y El gran macabro de Ligeti? Y la importancia de la televisión y de las imágenes en la formación de mi generación, el desarrollo de los lenguajes audiovisuales, la importancia de¡ lenguaje de la publicidad, ¿será también algo soñado, inexistente? ¿Y Alan Watts? ¿Y Ken Wilber? ¿Y el Dalai Lama? ¿Y los Beatles? ¿Y Williamn Burroughs? ¿Y el peyote? ¿Y el LSD? ¿Y García Márquez: historia de un deicidio de Vargas Llosa, una de las biblias de la posmodernidad? ¿Tampoco existe nada de esto? ¿Y Thomas Kuhn, y el legado de Jung, las conferencias Eranos, las obras de Campbell, de Hillman, de Corbin, la hipótesis Gaya de Lovelock y Margulis, el ecologisrno, nada de eso existe? ¿Es todo parte de un montaje? ¿Y los mangas? ¿Y las novelas gráficas? ¿Y internet?
El mundo gira. Las cosas cambian. ¡Hay vida después de Faulkner! Sí, se puede escribir después de Auschwitz. Sin embargo la academia sigue sancionando la modernidad, difícil, austera, «auténtica», «comprometida», y condenando la posmodernidad, hedonista, inauténtica, mística, Propia, en fin, de imbéciles.
Entonces, ¿en qué quedamos? ¿No existe? ¿Existe y es cosa de imbéciles? Yo tengo que confesar que prefiero existir y ser imbécil. Y supongo que eso es, precisamente, lo que soy: un imbécil. Pero existo.

jueves, 18 de octubre de 2007

¿Puede la ciencia decir lo que quiera?

El «padre» del ADN dice que los blancos son más inteligentes que los negros

Buena la ha vuelto a liar el estadounidenese James Watson, tan destacado por sus descubrimientos científicos (Premio Nobel por sus trabajos sobre el ADN junto con Francis Crick) como por sus polémicos comentarios acerca de las diferencias raciales, la homosexualidad y otros asuntos controvertidos.
Watson, de 79 años, ha dicho ahora que los blancos son más inteligentes que los negros. En una entrevista publicada el pasado domingo en «The Sunday Times», el científico se mostró pesimista sobre el futuro de África «porque todas nuestras políticas sociales están basadas en el hecho de que su inteligencia es la misma que la nuestra, cuando todas las pruebas demuestran que no es así».
Watson hacía esa afirmación a partir de lo que dice su nuevo libro, «Evite aburrir a la gente: lecciones de una vida en la ciencia», que está promocionando en el Reino Unido días antes de su publicación. El texto asegura que «no hay razón firme para anticipar que las capacidades intelectuales de personas geográficamente separadas en su evolución se hayan desarrollado de manera idéntica. Para ello no bastará nuestro deseo de atribuir capacidades de raciocinio iguales, como si fueran una herencia universal de la humanidad».
Lenguaje ofensivo
El problema es que Watson pasa de plantear esa duda a darla por resuelta, además en el sentido contrario de lo que han señalado diversas investigaciones científicas. Y lo hace con un lenguaje trivial y ofensivo. En su opinión, según dice en la entrevista de «The Sunday Times», existe un deseo natural de que todos los seres humanos deben ser iguales, «pero la gente que tiene que tratar con empleados negros sabe que eso no es así».
El eminente científico, codescubridor de la doble hélice del ADN y director del laboratorio Cold Spring, una de las instituciones científicas más prestigiosas de EE.UU., niega que sea racista. Declara que no debe discriminarse a la gente por su color e incluso se pone como ejemplo: él mismo ha abierto un centro para enseñar los secretos del ADN en el barrio neoyorquino de Harlem, con gran cantidad población negra, y ha aceptado como colaboradora una investigadora de color. Pero acto seguido matiza: «Hay mucha gente negra con un considerable talento, pero no los promocionemos si no han tenido éxito en los niveles más bajos».
Estas apreciaciones sobre una supuesta diferencia intelectual siguen a otras aseveraciones anteriores de Watson en relación a los negros, como la de que existe una relación entre la raza negra y un mayor deseo sexual.
A pesar de que la «Declaración sobre la raza y los prejuicios raciales» de la Unesco establece que «toda teoría que invoque una superioridad o inferioridad intrínseca de grupos raciales o étnicos (...) carece de fundamento científico y es contraria a los principios morales y éticos de la humanidad», Watson asegura que los genes responsables de las diferencias de inteligencia entre los humanos podrán ser encontrados en el plazo de una década.
No es la primera vez que hace una predicción sobre futuros hallazgos, y en el caso del cáncer se ha equivocado. Tiempo atrás anunció en declaraciones a «The New Tork Times» que el cáncer se habrá acabado en dos años, algo que no ha sucedido ni tiene visos de ocurrir en un cercano futuro. En 1997 llegó a asegurar que una mujer debería tener derecho a abortar si las pruebas prenatales indicaran que el hijo sería homosexual.
Diversos cientificos británicos han salido al paso de las declaraciones de Watson. El más conclusivo ha sido quizá Steven Rose, profesor de Biología en la Open University y miembro de la Sociedad para la Responsabilidad en la Ciencia. Según Rose, si Watson «conociera todos los escritos al respecto se habría dado cuenta de que no ha entendido nada».

EMILI J. BLASCO
Publicado en ABC 18-10-2007.

Mas información en

http://www.timesonline.co.uk/tol/news/uk/article2677098.ece

sábado, 6 de octubre de 2007

"CAMBIO" DE WATZLAWICK

El sentido común indica que el mejor modo de enfrentarse con problemas surgidos de la imposición de metas exageradas es señalar sus aspectos impracticables y absurdos, con la esperanza de que el sujeto se dé cuenta de los mismos. Como es casi siempre la regla en los problemas humanos, las soluciones dictadas por el sentido común son las más contraproducentes y en ocasiones, incluso, las más destructivas. Tratar de inyectar «realidad» en utopías establece y mantiene un callejón sin salida mediante la introducción del miembro recíproco (es decir: sentido común contra utopismo). El resultado es una invariación del grupo, ya que, parafraseando a Lao Tse, podemos ver tan sólo al sentido común como tal porque existen utopías.
Esta interdependencia del sentido común y las utopías se hace especialmente evidente cuando nos enfrentamos con ideas de proporciones psicóticas. El paranoico lleno de sospechas patológicas no se tranquiliza lo más mínimo con las tentativas de convencerle de que no tiene nada que temer: «si no tuviesen intención de lastimarme, no intentarían tanto tranquilizarme», es su reacción típica, y aquí también más de lo uno da lugar a más de lo otro.
De modo semejante, una persona que se plantea en la vida metas demasiado sublimes no tendrá en cuenta ninguna tentativa de convencerla para que adopte proyectos más realistas. Para ella, tales consejos no son sino una invitación a resignarse a un modo de vida miserable y deprimente; por tanto, el lenguaje del sentido común resulta el menos adecuado para obtener éxito en estos casos. Lo único que tal persona comprende, pero demasiado bien, es el lenguaje de la utopía. Desde luego la idea de fomentar, en vez de combatir, aquello que precisa ser cambiado, resulta chocante para el sentido común. Pero ya hemos visto que el modo de abordar a un pesimista consiste en enfrentarle con un pesimismo más acentuado aún y, de modo asaz análogo, el que alberga utopías renunciará por lo general más pronto a las mismas si éstas son llevadas más allá de sus propios límites.

Los siguientes resúmenes de una entrevista con un estudiante de 29 años muestran esta forma de intervención. (No creemos preciso señalar que lo que sigue no es un informe completo de un caso, ni la intervención una «cura» de la esquizofrenia.)
El paciente informó que acababa de ser dado de alta de un hospital provincial. Había sido ingresado en él tres semanas antes a causa de un estado psicótico agudo-.

«Yo tenía tantas alucinaciones ... se me escapaban de las manos. El coche se convertía en una nave espacial y el escenario se transformaba como en algo de hace un centenar de años y todo parecía la continuación de ... todo parecía la reconstrucción artificial del mundo.»

Tras habérsele preguntado lo que se proponía hacer entonces, nos presentó un plan más bien grandioso. No sólo deseaba ir a Los Ángeles para aprender a tocar el sitar bajo la dirección de Ravi Shankar, sino que esperaba que esta música fuese el medio con el que "uiría sobre el mundo occidental. Al mismo tiempo deseaba también estudiar agricultura, a fin de utilizar métodos agrícolas chinos para alimentar a las masas hambrientas del mundo. Cuando el psicoterapeuta se mostró en principio de acuerdo con estos objetivos, pero no los encontró lo bastante grandiosos, el paciente comenzó a hablar de un plan mucho menos ambicioso: ingresar en un sanatorio de readaptación, pues durante los dos últimos años había estado muy introvertido y precisaba de ciertofeeal- back social para salir de la profunda sima de su mundo interior. El psicoterapeuta encontró que esta idea era más bien mezquina. Dijo al paciente:
«Si podemos hacer algo aquí, en diez sesiones, debemos intentar al menos poner en claro qué valdría la pena llevar a cabo, tanto des- de el punto de vista de ser útil al mundo, como para mostrar que usted ha realizado algo valioso. Se trata, en suma, de hacerse una idea sobre qué dirección hay que tomar.»
En su respuesta, el paciente continuó manteniendo sus puntos de vista grandiosos, pero comenzó a hablar de manera más realista acerca de lo que podía hacer ahora:
«La única dirección que puedo ver, sabe usted, hay esas grandes masas enormes de humanidad, no puedo apartar de mi mente la oriental ... las dos tradiciones orientales de Mao y.. y la que en último análisis veo en el hombre, y la última cosa hindú ahora es la música de Ravi Shankar, debido a que es la manifestación más etérea aparte de la meditación auténtica. Y luego, cuando Mao Tse Tung se está ocupando de la agricultura y de la reforma agraria y los dos... en mi mente los veo a los dos como grandes bloques y lo del sanatorio de readaptación es la única cosa en la que puedo pensar. No puedo ver más que estas dos salidas ahora: músico en Los Ángeles o pensionista en un sanatorio en algún sitio de Santa Cruz.»
A los pocos minutos volvió a repetirse el mismo patrón de interacción, pero esta vez el paciente terminó por describir sus dificultades en un lenguaje más corriente.

PSICOTERAPEUTA:
«Eso es todo lo lejos que puede ir usted con su pensamiento. Hasta ahora, sus ideas acerca del sanatorio de readaptación o de la escuela de música son más bien concretas y prácticas. Todo eso está muy bien, pero concentrándose tanto en lo práctico impide a su imaginación elevarse a un nivel más alto y pensar en términos más amplios y comprensibles.»
PACIENTE:
«Cada vez que me elevo a un nivel más alto, es más abstracto. Lleva tiempo y yo no lo tengo (se me ha acabado ¿sabe usted?) esos grandes problemas prácticos me agobian ¿sabe usted? No tengo dinero y tengo que encontrar algo inmediatamente; ese es el problema.» Usando dicha técnica de un modo consecuente, el psicoterapeuta fue capaz de ir llevando el diálogo paulatinamente hacia niveles más prácticos.

p. 188-191 de "CAMBIO" de Watzlawick